Ante
la misma tarea, el
trabajo puede ser algo muy diferente para cada persona, porque la
motivación del trabajo no depende de la tarea, depende de la
propia actitud frente a él. Para algunos su vida se reduce al trabajo,
para otros es solo una obligación más, hay quienes
sienten poner en práctica a través de esta actividad sus capacidades. Es
importante saber dar el lugar que corresponde a nuestra
actividad laboral, sin descuidar otras áreas de desarrollo personal como
son los vínculos familiares, los amigos, la solidaridad,
la religiosidad, y el desarrollo de otras habilidades y capacidades
personales
En la familia se aprende a:
- valorar el trabajo.
- realizarlo con esmero y con amor.
- comprender que el trabajo es un medio digno para ganar el sustento.
- comprender que el fin del trabajo no es solamente ganar el sustento.
- compartir lo que aprendemos cada día en el trabajo
- tomar conciencia que el estudio, cuando somos niños y jóvenes, es un verdadero
trabajo.
- respetar el trabajo de otros (el que limpia la calle, la escuela, la cada, la oficina, el trabajo
del docente que nos enseña, el trabajo de mamá y de papá)
Una cultura familiar del trabajo promueve:
- Que los hijos
colaboren en pequeñas tareas del hogar, para desarrollar sus
capacidades, valorar el esfuerzo que demanda tener la casa a gusto y en
orden,
para que aprendan el valor del servicio a los demás a través del
trabajo.
- Conversar sobre los
temas del estudio y el trabajo: alegrías y tristezas, éxitos y dificultades, anécdotas, aprendizajes, expectativas,
ilusiones.
- Motivar para que cada
uno realice con alegría y con esfuerzo las tareas que le tocan, para que estas sean realizadas de la mejor manera posible.
- El equilibrio entre
trabajo y tiempo libre, entre la dedicación al trabajo y la dedicación a la familia, los amigos, el cuidado personal.
- Recordar que lo que
más da valor a nuestras acciones es el AMOR que ponemos en ellas.
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