Hola,
homeschoolers:
Siguiendo con el compromiso asumido, les acerco la entrega del quinto boletín enviado por la Fundación Crescere.
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Una cultura familiar del buen
humor.
Una cultura familiar del buen humor
es una postura ante la vida, un hábito, un entrenamiento
para celebrar el ser familia aún en las dificultades
“Me levanté de
mal humor”, “Hoy estoy de mal
humor” solemos decir o escuchar a los demás. Sin embargo, el humor no es
como el día lluvioso que no podemos cambiar. Es nuestro
clima interior, que sí podemos modificar y enseñar a nuestros hijos a
que lo hagan. Podemos manejar nuestro humor y evitar que él
nos maneje a nosotros.
El buen humor es una actitud interior, una postura ante la vida, que nos permite
mantenernos alegres, serenos y optimistas en medio de las dificultades de la vida.
El buen humor es
un entrenamiento cotidiano, un ejercicio vital, que se va
convirtiendo en un buen hábito, es decir una disposición adquirida y
estable, con lo que podremos disfrutar de sus beneficios personal y
familiarmente.
El buen humor y sus expresiones hace bien a la familia. Cuando el humor hiere,
lastima u ofende, no es verdadero humor sino cinismo.
¿Vale la pena el buen humor?
· Permite una autoestima equilibrada: “riéndonos”
de limitaciones, equivocaciones o desaciertos.
· Ayuda a evitar conflictos y resolverlos: maximizando lo positivo y
minimizando lo negativo; desdramatizando las circunstancias; evitando posturas rígidas y facilitando el diálogo.
· Permite valorar el ser familia: priorizando los vínculos,
disfrutando las pequeñas cosas de la vida, celebrando el estar juntos.
· Colabora con la mejora personal y familiar: superando aquello que
podemos cambiar, aceptando lo que no podemos cambiar, viendo en los errores oportunidades de aprendizaje.
· Facilita y enriquece el diálogo con nuestros seres
queridos.
¿Qué actitudes favorecen el buen
humor?
· Hacer ejercicio físico, oxigenarnos, bañarnos,
reírnos, cantar, bailar, jugar.
· Oxigenar el ambiente, iluminarlo, colocar flores o algún
objeto que nos inspire alegría.
· Activar
nuestro propio “botón de pausa”: para
pensar nuestras palabras, gestos y acciones antes de exteriorizarlas,
para corregir pensamientos negativos, para centrarnos en lo bueno,
posible y
gratificante.
· Reflexionar sobre que aspectos o circunstancias provocan mal humor
en nosotros y nuestros hijos para modificar lo factible (el excesivo ruido, los gritos, el exceso de actividades, etc)
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Pregunta de la semana:
¿Cómo tomamos las dificultades y contrariedades de cada día? ¿Tratamos
de sobreponernos con humor?
¿Nos reímos en familia? ¿Qué momentos podemos generar para pasarla
bien juntos?
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Continuará en la próxima entrada...
Cariños para todos,
Ximena
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