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3- Anécdota: un suceso en el tren
Stephen Covey, famoso consultor de empresas y familias, contaba una
anécdota que le ocurrió cuando viajaba en tren a dar unas conferencias.
Entre libros y papeles, trataba de concentrarse para preparar unos
últimos conceptos que quería ofrecer en su charla. Sin embargo, en una
parada habia subido un padre con 5 hijos. Mientras el hombre permanecia
taciturno y callado, los hijos saltaban de acá para allá, gritaban,
molestaban. El conferencista, trató de abstraerse de la situacion, pero
era realmente imposible.
Finalmente después de un largo rato de ejercitar la paciencia y
tratando de controlar el enojo que en él había ido creciendo, se
dirigió al padre y le dijo: "Señor, necesito preparar una conferencia,
no podria contener un poco a sus hijos?". "El hombre lo miró a los ojos y
le contestó: "Usted tiene razón. Sé que debería hacerlo, pero acaba de
fallecer mi espopsa y le aseguro que no encuentro cómo seguir adelante
con mi vida". El conferencista, sorprendido y conmovido, no pudo menos
que abrazar a aquel hombre y a continuación intercambiaron un poco de
conversación durante el viaje.
Esta anécdota nos ayuda a pensar, cuántas veces juzgamos a los demás
por lo que vemos que hacen o dicen, o por lo que no hacen, sin conocer
sus motivos, sus circunstancias, sus heridas, su historia. Ser
conscientes que no sabemos todo sobre las personas, que puede haber
explicaciones, situaciones motivos que desconocemos, nos ayuda a ser más
comprensivos y a perdonar con mayor facilidad.
Prof. Alba Correa
Lic. Cecilia Scarafia
3- Cuento: El peso del rencor
El tema del día era el RESENTIMIENTO, y el maestro nos había pedido
que lleváramos papas y una bolsa de plástico. Ya en clase elegimos una
papa por cada persona a la que guardábamos RESENTIMIENTO. Escribimos sus
nombres en cada papa y las pusimos dentro de la bolsa.
Algunas bolsas eran realmente pesadas. El ejercicio consistía en que
durante una semana lleváramos la bolsa con nosotros a todos los lugares
que fuéramos.
Naturalmente la condición de las papas se iba deteriorando con el
paso del tiempo. El fastidio de llevar esa bolsa en todo momento me
mostró claramente el peso espiritual que cargaba a diario y como
mientras ponía mi ATENCIÓN en ella, para no olvidarla en ningún lugar,
desatendía cosas que eran más importantes para mí. La gente dejaba de
acercarse a mí por el olor de las papas.
Todos tenemos PAPAS PUDRIENDOSE en nuestra “MOCHILA” sentimental.
Este ejercicio fue una gran metáfora del precio que pagaba a diario por
mantener el RESENTIMIENTO por algo que ya había pasado y no podía
cambiarse. Me di cuenta que cuando me llenaba de resentimiento,
aumentaba mi estéss, no dormía bien y mi atención se dispersaba.
Ahuyentaba a seres queridos, perdía relaciones.
Perdonar me llenó de paz y calma, alimentando mi espíritu. La falta
de perdón es como un veneno que tomamos a diario en dosis pequeñas, pero
que finalmente nos termina envenenando.
Muchas veces pensamos que el perdón es un regalo para el otro sin
darnos cuenta que los únicos beneficiados SOMOS NOSOTROS mismos.
El perdón nos libera de ataduras que nos amargan el alma y enferman nuestro cuerpo.
No significa que estemos de acuerdo con lo que pasó, ni siquiera que lo aprobemos.
Perdonar no significa dejar de darle importancia a lo que sucedió, ni
darle la razón a alguien que nos lastimó. Simplemente significa dejar
de lado aquellos pensamientos negativos que nos causan dolor o enojo.
La falta de perdón nos ata a las personas con el RESENTIMIENTO. Nos
tiene encadenados. La falta de perdón es el veneno más destructivo para
el espíritu, ya que neutraliza los recursos emocionales que tenemos.
El perdón es una declaración que podemos y debemos renovar a diario.
Muchas veces la persona más importante a la que tenemos que PERDONAR es a
nosotros mismos por todas las cosas que no fueron de la manera que
pensábamos.
“ALIGEREMOS NUESTRA CARGA Y ESTAREMOS MAS LIBRES PARA MOVERNOS HACIA NUESTROS OBJETIVOS”
(Anónimo)
3-Consecuencias de no perdonar y de no pedir perdón
Conductas derivadas de no perdonar:
- recordar con todo detalle las circunstancias de los hechos y revivir la bronca
- pasar horas imaginando respuestas a las acusaciones justas o injustas,
- imaginar pequeñas y grandes venganzas
- hablar de la ofensa para buscar consenso y reafirmar la propia posición
- hablar con casi desconocidos del tema
- gestos agrios, miradas de reproche
- comentarios ácidos o irónicos
- suspiros irritados
- reproches
- alegría por sorprender al ofensor en falta o en desgracia,
- búsqueda permanente de errores en el otro
¿Me perjudico cuando no perdono?
Sí. Privándome de paz, alegría, sueño, descanso por seguir
dependiendo de esa persona. Dándole el poder a los demás sobre mi propia
vida
¿Perjudico a mi entorno cuando no perdono?
Cuando se habla mal del cónyuge delante de un hijo, se le clava un
cuchillo en su afectividad. Porque, bueno o malo, es su padre (o madre) y
ellos lo necesitan para su formación como personas. También los estoy
privando de mi mejor parte, con mi mala cara, con mis comentarios
hirientes sobre sus corazones.
¿Qué consecuencias tiene no pedir perdón?
Hacemos más difícil que los demás nos perdonen si no reconocemos nuestra falta, nuestro error.
Favorecemos que se acumulen sentimientos negativos hacia nosotros, que a veces estallan en el peor momento
Nos perdemos la oportunidad de reparar el daño que causamos.
Prof. Alba Correa
Lic. Cecilia Scarafia
Video 3 - grupo 2
http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=gnwhO2zB5pQ
Ximena
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