Como habrán percibido ya, me encantan las historias que desentrañan los por qué de aquellos dichos más comunes, o al menos su origen.
En esta ocasión les traigo la dirección de un blog, el cual se llama "Cápsulas de la lengua", su autor es el señor Arturo Ortega Morán. Di con este sitio tan interesante a travéz de mi participación en otro Yahoo! Grupos, llamado "FORO CERVANTES", donde se tratan las dudas idiomáticas, se realizan traducciones al español. El mismo es moderado por dos conocedores del idioma, el sr. Ricardo Socca (reconocido periodista uruguayo, versado en la historia de nuestra lengua) y la sr. Norma Tow (argentina, correctora de textos). Hechas las presentaciones del caso, prosigo con la entrada.
"Cápsulas de la lengua" es un recorrido por dichos, frases o términos que solemos escuchar desde antaño, pero justamente por tratarse de cuestiones que datan de tanto tiempo atrás, se nos hace difícil saber a qué se deben o por qué se empezaron a usar, particularmente aquellas que representarian algo cotidiano en su momento, pero al día de hoy se dicen más por costumbre que por justa adecuación.
El enlace es: http://capsuladelengua.wordpress.com/
Para deleitarlos con esos relatos maravillosos, a modo de prólogo paso a copiarles una más que interesante, común y requetesonada frase con su respectiva historia:
Por Arturo Ortega Morán
“…
Ni qué ocho cuartos”; es una expresión que usamos para enfatizar un
desacuerdo. El paso del tiempo ha oscurecido la situación que le dio
origen y a veces nos desconciertan esos “ocho cuartos”. Bueno, si alguna
vez esta duda te ha quitado el sueño, quizá esta historia te evitará
futuros insomnios, al menos los que son de a “ocho cuartos”.
Por muchos años, en España existió “el realillo”, era la moneda de uso corriente que equivalía a ocho cuartos de peseta. Por eso también era conocido como “realillo de a ocho cuartos”.
Para muestra, va una antigua copla española:
Tengo que empedrar tu calle
con realillos de a ocho cuartos
para que vayas a misa
sin romperte los zapatos
El
valor de esta moneda era un precio típico de muchos artículos de
primera necesidad: la hogaza de pan y el cuartillo de leche se compraban
por ocho cuartos y era considerado un precio razonable. No obstante,
vinieron tiempos difíciles para la economía española y los precios
superaron la barrera de los ocho cuartos. El descontento popular se
manifestó en grandes revueltas que actuaban al grito de “¡Pan de a
ocho!”. En un fragmento de la obra Granada la Bella, que Ángel Ganivet escribió en 1896, hallamos noticia de este hecho:
“En
lo antiguo, el pan era caro en pasando de ocho cuartos la hogaza
mejor o peor pesada; se sufría refunfuñando los nueve y diez cuartos; se
insultaba al panadero al llegar a los once o doce, y en subiendo de ese
punto, venía la revolución”.
La expresión “ni que ocho cuartos”,
probablemente apareció en la primera mitad del siglo XIX en España. La
documentación más antigua que conozco está en una página del diario “El
Látigo liberal” en la edición de junio de 1821. De ahí saqué esta línea:
“Aquellos que dicen que somos unos perritos o gatitos, qué alma, ni qué ocho cuartos”.
Del
cómo nació la expresión, podemos imaginar que ante el reclamo popular
para mantener el precio del pan y otros alimentos básicos, que como
dijimos, tenían el precio típico de ocho cuartos; algún comerciante
exclamara “¡qué pan, ni qué ocho cuartos!”. De ahí pasaría al lenguaje
popular para enfatizar cualquier desacuerdo.
Espero que la misma haya sido de vuestro agrado y puede extraer relatos para el momento de recreación de los niños, porque abundan cuentos pero qué más atrapante que la historia en sí. ;)
Cariños para todos,
Ximena
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