Nacida
en Algorta en 1874 e instalada desde que tenía cinco años en Madrid,
María Goyri fue la primera mujer que obtuvo la licenciatura de Filosofía
y Letras, en 1896, y el doctorado en 1909, con una tesis sobre el Libro
del Conde Lucanor. Es decir, antes de que las normas permitiesen a las
mujeres acceder como alumnas a la universidad, cosa que ocurrió en 1910.
Sus trabajos a favor de la igualdad de las mujeres (sección propia,
titulada 'Crónicas femeninas' en la Revista Popular) y de la cultura
vasca ('Aplicación del modelo romancero de análisis a la balada vasca:
bereterretxen khantoria'), la han hecho idónea para dar nombre a un
premio en la Universidad del País Vasco, el Premio María Goyri a la
inclusión de la perspectiva de género en los trabajos de fin del master
de Estudios Feministas y de Género.
"María
Goyri está muy nombrada, hay muchas calles en España con su nombre,
pero poco se sabe de lo que hay detrás de ella. Una hija de madre
soltera que acaba yendo a Madrid y se come el mundo", explica Jasone
Astola, directora de Igualdad de la UPV. El mejor aval para hacerse una
idea de la gran mujer que María Goyri llegó a ser lo encontramos en lo
que de ella decía el franquismo: "Persona de gran talento, de gran
cultura, de una energía extraordinaria, que ha pervertido a su marido y a
sus hijos; muy persuasiva y de las personas más peligrosas de España.
Es sin duda una de las raíces más robustas de la revolución", decía el
informe emitido desde Segovia a la Junta de Defensa Nacional en 1937.
Era una mujer y culta, y por eso peligrosa. Había que neutralizarla
porque pensaba.
De pequeña, María no había asistido a ningún colegio.
Su maestra fue su madre, Amalia Goyri, mujer de gran personalidad,
inteligencia y cultura, que estableció para su hija un programa de
estudios con horario fijo. Esta mujer, adelantada a su tiempo, llevó a
su hija a un gimnasio en una época en que la actividad física parecía
estar vetada a las mujeres. Lo cierto es que le venía bien para combatir
la artritis de origen tuberculoso que padecía. María Goyri ingresó en
una academia de dibujo, lo que le sirvió de mucho cuando se encontró en
la Universidad rodeada de estudiantes varones que siempre la trataron
con una "sana cortesía", según sus palabras. A los 12 años ingresó en la
Escuela de Comercio de la Asociación para la Enseñanza de la Mujer. La
madre de María eligió la Escuela de Comercio y no de Letras, porque
había descubierto en su hija una gran facilidad para la aritmética.
También estudiaba inglés y francés.
A
los 16 fue a matricularse en la Facultad de Filosofía y Letras. El
secretario le advirtió: "Aunque no existe ninguna norma que le impida
matricularse, yo no me hago responsable de lo que pueda ocurrir. Solo la
matricularé si me trae una autorización especial del Ministerio de
Fomento". Así lo hizo. Tras tres días de deliberaciones, el claustro de
sesudos varones profesores acordó dar luz verde a la pretensión de María
Goyri. La aceptarían en principio como oyente, siempre que no se
produjeran disturbios entres los escolares o se alterara el orden de las
clases. Para nosotros, que estamos acostumbrados a asistir a clases
mixtas, y a tener profesores de ambos sexos en la Universidad, el relato
de la primera clase que María Goyri recibió en la Facultad de Filosofía
y Letras es escalofriante. Lo cuenta la escritora María Teresa León, su
sobrina.
Terminados
sus estudios con brillantez, se casó con el académico más ilustre de
España, Ramón Menéndez Pidal. Se dedicaron a la investigación de la
literatura medieval, pero las inquietudes de María pasaban por hacer de
la educación algo accesible a la mujer y totalmente igualitaria para los
dos sexos. Por ello fue una activa reformadora de la pedagogía española
en el instituto escuela dirigido por María de Maeztu y en la
Institución Libre de Enseñanza. Estas dos mujeres junto a Ernestina de
Champourcín, Concha Méndez y Pilar Zubiarre, sustentan un instituto
femenino para que las mujeres no lo tengan tan difícil a la hora de
poder adquirir cierto nivel académico. Gracias a su esfuerzo una
generación de mujeres adquirieron una espléndida formación, como
Victoria Kent o Zenobia Camprubí.
Después
de la guerra no se le permitió seguir en la docencia, y todo lo que
había conseguido fomentar para la formación de chicos y chicas fue
demolido. Las enseñanzas liberales y la educación mixta, prohibidas,
los maestros de estas escuelas, depurados y apartados de la docencia.
María Goyri aún pudo trabajar en el campo de la investigación del
romancero medieval, pero su nombre quedó a medio olvidar.
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